Tener legañas o lagañas es normal. Una de las principales funciones de éstas es que nuestros ojos se mantengan húmedos e hidratados mientras dormimos. Pero debemos estar atentos a la cantidad y al aspecto que presentan.
Las legañas se producen en las glándulas de Meibomio, situadas en los párpados superiores e inferiores. Se secretan en nuestros ojos para prevenir que se evapore prematuramente el componente acuoso de las lágrimas y estabilizar el film lagrimal. Si los orificios de estas glándulas se obstruyen perjudicarán a los párpados y a la calidad de la película lagrimal, afectando también la superficie ocular.
Se acumulan en el borde de los párpados, sobre todo durante la noche cuando nuestros ojos permaneces cerrados durante el sueño. Sin embargo, también se pueden formar durante el día, mientras permanecemos con los ojos abiertos. El parpadeo permite que se elimine esta secreción mucosa, además de otras sustancias como polvo, células epiteliales, lágrimas, entre otros.
Lo normal es que las legañas sean de un tono blanquecino. Si se vuelven excesivas, amarillas o verdes, de aspecto purulento y el ojo afectado pica o duele es necesario consultar con un oftalmólogo, ya que podría tratarse de una infección ocular como conjuntivitis.