Los derrames oculares, clínicamente conocidos como hemorragias subconjuntivales o hiposfagmas se caracterizan por la aparición de una mancha roja de sangre en el interior del ojo, como consecuencia de la rotura de alguno de los vasos sanguíneos de la conjuntiva ocular.
La conjuntiva ocular es una membrana muy fina. Una tela trasparente y elástica muy delgada que protege nuestros ojos y además se encarga de lubricar la zona corneal.
Las causas por las que puede aparecer un derrame son muy variadas, pero generalmente se deben a:
- Aumentos bruscos de la presión sanguínea provocados por estornudos o toses fuertes que provocan la rotura de los capilares.
- Golpes o traumatismos en el ojo. Incluso frotarse los ojos enérgicamente puede desencadenar estos pequeños derrames de sangre en el ojo.
- Ingesta de medicamentos con capacidad para alterar la coagulación sanguínea.
- De forma menos frecuente, estos derrames tienen su origen en hipertensión arterial o en pacientes diagnosticados con diabetes mellitus.
Sin embargo, no debemos preocuparnos demasiado por un derrame ocular interno puesto que se trata de una circunstancia frecuente, pasajera e inocua. Es muy improbable que un derrame ocular llegue a comprometer la salud de nuestros ojos.
En la mayoría de los casos el derrame ocular que se ve en la esclerótica se reabsorbe por sí mismo al poco tiempo (entre 8-10 días). No existen tratamientos estandarizados que suelan indicar los oftalmólogos para los derrames.