Los recién nacidos tienen una agudeza visual limitada. Esto explica que en un principio vean todo borroso y en blanco y negro. Recién después de cumplido el año de vida, los bebés podrán ver todo nítidamente.
A pesar de lo anterior, el recién nacido logra identificar cambios en la intensidad de la luz. Percibe destellos, reflejos y cuando una luz se enciende desde la oscuridad total. También tienen desarrollado el reflejo fotomotor, que consiste en que las pupilas se contraen cuando son iluminadas.
Es capaz de ver objetos en una extensión de 20 a 30 centímetro, en una escala de blanco, negro y grises. Uno de los primeros estímulos visuales que el neonato será capaz de interpretar es el rostro de su madre. Además, comenzará a asociar ese rostro a una serie de sensaciones placenteras: la voz, el tacto, las caricias, el calor y la saciedad del hambre, entre otros.
Cumplidas las dos semanas de edad, las guaguas muestran interés por los objetos alargados y contrastados con el fondo. Es decir, diferenciados en cuanto a color y luminosidad. El rostro humano reúne estas características, por ello se fijará especialmente en las caras de los que le rodean. Y, dentro del rostro humano, el bebé tiende a fijarse más en la zona que rodea a los ojos.
Como en estos momentos no alcanzan a ver con claridad, es habitual que los bebes crucen los ojos en una mirada estrábica que viene y desaparece enseguida, ya que no puede enfocar los dos ojos al tiempo en el mismo lugar.
Se piensa que uno de los colores más atractivos para los niños/as en estas primeras semanas de vida, es el rojo. Tal vez, porque es el primero que empieza a identificar luego del blanco, negro y gris.