El ojo seco se considera la enfermedad más frecuente a nivel ocular. El afectado está pensando en sus ojos de forma constante y no puede realizar sus actividades cotidianas de trabajo y ocio de forma corriente porque la afección se acentúa, lo que supone un empeoramiento en su calidad de vida. Y es que en actividades como leer, ver la tele, consultar el móvil, usar el ordenador o conducir el parpadeo está inhibido.
José Manuel Benítez del Castillo, catedrático de oftalmología de la Universidad Complutense de Madrid y de la Clínica Rementería, opina que las personas con ojo seco son unos incomprendidos, tanto por los médicos, como por su familia o compañeros de trabajo. «Un paciente con enfermedad de
ojo seco leve tiene la misma mala calidad de vida que alguien con psoriasis leve y uno con sequedad severa tiene la misma que un paciente con angina de pecho grave».
Existen muchas causas que lo producen, como la edad, el sexo (las mujeres lo sufren más debido a las hormonas), el uso de cosméticos, enfermedades sistémicas, sobre todo, autoinmunes y de la piel, y algunos fármacos, ya sean tópicos o por vía oral. Además, Benítez del Castillo asegura que las lentes de contacto también pueden ser otro desencadenante, «pero no hay que confundirlo con la miopía, ya que en contra de lo que se piensa, no hay relación, salvo en los casos que esta sea muy elevada». Aquí, al ser el ojo más grande de lo normal, aumenta la superficie de evaporación y, por tanto, la lágrima se tiene que distribuir por una superficie mayor, produciendo ojo seco.
Tipos de ojo seco
Benítez del Castillo explica los diferentes tipos de ojo seco que existen:
– Acuodeficiente: tiene lugar cuando la glándula lagrimal fabrica poca lágrima.
– Evaporativo: este es el más frecuente. La glándula lagrimal produce una buena cantidad de lágrima, pero como consecuencia de una blefaritis (inflamación de los párpados) no tenemos la capa de grasa que necesita nuestra película lagrimal para evitar la evaporación de la misma. «Es como si ponemos al sol dos vasos de agua y a uno le echamos un chorro de aceite, el agua que tiene la capa de grasa (aceite) tardará más en evaporase», expone Benítez del Castillo.
– La enfermedad de ojos secos puede ser leve y tratarse con lágrimas artificiales, o puede pasar a una sequedad severa. Además, dependiendo de la causa, puede ser transitoria, crónica o estacionaria.
La falta de sueño, el alcohol o el tabaco son hábitos que perjudican la salud ocular, según indica el catedrático. Lo mismo ocurre con las mascarillas mal ajustadas, pues el aire que se escapa hacia arriba va cargado de bacterias y estas pueden colonizar en el borde de nuestros párpados dando lugar a orzuelos y blefaritis. Por otra parte, numerosos estudios demuestran que los filtros azules no sirven para el ojo seco, incluso, el hecho de llevar gafas frena el aire que podría golpear en nuestros ojos y disminuir la evaporación lagrimal.
¿Qué hábitos ayudan a proteger nuestros ojos?
Benítez del Castillo asegura que una buena alimentación e hidratación pueden proteger nuestra vista: una que sea rica en Omega-3 y antioxidantes (pescados azules, nueces, verduras frescas…) y beber al menos tres litros de agua al día. En cambio, un exceso de carnes procesadas y rojas, ricas en Omega-6, favorecen la sequedad ocular.
También es necesario descansar cuando estemos mucho rato delante del ordenador. «Cuando parpadeamos segregamos lágrimas y al mirar lejos parpadeamos unas 15 veces por minuto, en cambio, cuando estamos delante del ordenador lo hacemos menos de cuatro veces por minuto. Por tanto, todas estas actividades en las que uno no parpadea pueden producir ojo seco», manifiesta el catedrático.
Hay estudios que demuestran que cada 20 minutos de trabajo delante de un ordenador es bueno descansar 20 segundos mirando a 5 metros. «Hacer esto es más productivo a nivel laboral que trabajar sin parar delante del ordenador hasta que los ojos no puedan más», señala Benítez del Castillo. Además, aumentar la humedad ambiental con humificadores es beneficioso en estos casos.
Fuente: ABC