Desde abril, 239 científicos, entre los que se encuentra el químico de la U. de Colorado Boulder, José Luis Jiménez, intenta aportar evidencia para mostrar que el Sars-CoV-2 permanece en el aire, en forma de aerosoles, lo que cambia la forma de enfrentar la pandemia. La OMS aún no está convencida.
El pasado 7 de abril, un grupo de 239 científicos de todo el mundo, le enviaron una carta a la Organización Mundial de Salud (OMS) para que el organismo admitiera que el coronavirus se puede transmitir por el aire, una vía de contagio que el ente sanitario global desde entonces ha puesto en duda.
Según este puñado de científicos, además de las gotículas que una persona expulsa al hablar, gritar, toser o estornudar, que salen disparadas como misiles y que a menos de dos metros de distancia pueden impactar en otra persona, existe otra vía de contagio del Sars-CoV-2: el aire.
La tesis de estos investigadores es que una persona infectada con el virus emite aerosoles, los que pueden permanecer varias horas en una habitación mal ventilada, las que después pueden terminar en el organismo de una persona sana.
En su última guía de transmisión del coronavirus, publicada el 9 de julio, la OMS reconoció que algunos reportes de brotes relacionados con espacios interiores llenos de gente han sugerido la posibilidad de transmisión por partículas en suspensión, como durante las prácticas de canto, en restaurantes o en clases de gimnasia.
No obstante, el organismo dijo que se necesita más investigación “urgentemente para estudiar estos casos y evaluar su importancia para la transmisión del Covid-19”.
Uno de los científicos que lidera esta cruzada es José Luis Jiménez, químico de la U. de Colorado Boulder (EE.UU.).
El científico dio una conferencia de prensa vía Zoom a periodistas latinoamericanos, donde explaya su teoría y la de los 239 científicos que esperan que la OMS finalmente admita que el coronavirus se transmite por el aire.
En la conferencia, Jiménez explicó que no es médico ni epidemiólogo, sino que trabaja en contaminación y cambio climático de aerosoles, que no tiene que ver directamente con enfermedades respiratorias, “pero en marzo me contactó un grupo de investigadores que estaba conformando un grupo interdisciplinario de científicos alrededor del mundo que estaba tratando de convencer a la OMS para que se tomará más en serio la transmisión del coronavirus por aerosoles”. En esa cruzada, dice, “me doy cuenta que la OMS no se entera de lo que está pasando y no escucha, y es la razón del porqué estamos haciendo esto”.
El científico estima que conforme pasa el tiempo y se acumula la evidencia, tres cuartos de los contagios de coronavirus en el mundo son por aerosoles y lo que dice la OMS y los Centros para el Control de Enfermedades de EE.UU. (CDC, su sigla en inglés) que es por gotículas, “casi no hay evidencia y se basa en errores bastantes gruesos sobre la física, que no la entienden”, acusa.
Dice que la posición de la OMS surge del mito de poner como ejemplo que el coronavirus no se contagia como el sarampión, “lo que es totalmente falso. Están confundiendo. Eso es un error histórico”.
Dice que no hay ninguna razón para que la naturaleza haga todas las enfermedades igual de contagiosas. “Eso ha generado la creencia que ninguna enfermedad, salvo las muy contagiosas, se transmiten por el aire. Esto ha creado esta percepción incorrecta”.
¿Qué hacer entonces? Lo primero, asegura, es seguir haciendo todo lo que nos han dicho, como lavarse las manos, porque el virus también se transmite por el contacto de superficies y mantener la distancia. Pero hay que hacer más cosas, añade. “Si aceptas la transmisión por aerosoles, es que hay que hacer más cosas. La diferencia es que el virus se puede contagiar por compartir el aire en una habitación. Entonces lo mejor es no compartir esta habitación y hacer las cosas afuera. Si haces las cosas afuera, con distancia y mascarilla, es muy difícil contagiarse”.
Por ello, afirma que si una persona no puede prescindir de estar en un lugar cerrado, debe al menos evitar sitios donde haya poca ventilación, mucha gente, donde debas estar mucho tiempo, gente sin mascarilla, donde no se respeta la distancia y que esté hablando, cantando o gritando mucho, “porque todo esto aumenta mucho la cantidad de virus que entra al aire”.
Escudos faciales para combatir el virus que se queda en el aire
Una de las cosas que implica este cambio de paradigma en la forma de contagio, es el uso de las mascarillas, donde sin embargo, aclara, más importante que el tipo, es el ajuste. “La gente está un poco obsesionada con el tipo de mascarilla, pero más importante es qué tan ajusta está”, advierte.
¿Cómo puedo saber que está bien ajustada? Dice que no debe quedar ningún espacio abierto, lo que se mide cuando mascarilla es capaz de moverse hacia adelante y atrás. “Si eso no pasa, es seguro que está entrando aire por otro lado, lo que significa que está mal ajustada”.
Advierte que “los escudos no son muy útiles para los aerosoles”. Dice que pueden servir en un hospital, donde hay gente tosiendo y donde es bueno tener una barrera así. “Pero en una clase, por ejemplo, donde un profesor solo lleve esto, no sirve casi para nada”. Dice que los aerosoles se pueden colar por ahí, y de hecho, afirma, es hasta contraproducente, porque los humanos producen calor alrededor del cuerpo. “Es como tener un cilindro alrededor nuestro, donde el aire sube por el calor que producimos -que se llama pluma térmica humana- lo que haría que el virus se acumule en torno al visor”.
Dice que sí es recomendable el uso de protectores oculares, “porque el virus si se puede introducir por los ojos”.
De la misma forma, señala que estar en una habitación mal ventilada, pero tengo mascarilla, no es garantía de protección. “Lo único que es de alta protección es estar afuera. Adentro siempre hay un ingreso y hay que implementar muchas capas de protección”.
Y pone como ejemplo el caso de un coro en EE.UU., donde 53 integrantes se infectaron, cantando en posiciones fijas, incluso con personas que estaban a 15 metros del paciente cero. “Cuando la persona que estaba infectada no tenía a nadie delante y no le podía dar a nadie con las gotículas. Sin embargo, se infectaron 53″, dice.
Por ello, recomienda hacer todo en exteriores, y cita un artículo del diario The New York Times, que relata cómo en 1910, durante una epidemia de tuberculosis, y en un invierno muy frío, “hicieron todo afuera, y funcionó muy bien”, como forma de detener la epidemia.
“Una mascarilla bien puesta, en una habitación, puede hacer que esa persona reduzca a la mitad la emisión de aerosoles o un tercio en el mejor de los casos, pero no a cero, es casi imposible. Sería casi como una guerra bacteriológica”.
Por eso, dice, con los aerosoles toda la percepción de lo que sabíamos sobre el coronavirus cambia. Los aerosoles son como el humo: “Si tú estás en un local con alguien infectado, y el local tiene poca ventilación, se va acumulando el ’humo’ y te puedes infectar aunque estés a mucho más de dos metros de otra persona”, y eso depende de cuánto se acumulan, cuánta gente infectada hay, del tamaño del sitio y de la ventilación.
Advierte que si va a una oficina, los virus de alguien que estuvo el día anterior ya están muertos. “Lo que es más peligroso es compartir el aire con alguien”.
Fuente: La Tercera